🪤 Odio eterno a lo moderno (versión manchega)
La pelea ideológica ha tapado el fondo de un debate pertinente: ¿son tiempos mejores?
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👋🏻 Saludos, votantes
El lenguaje, lejos de ser inocente, siempre es intencional. El término ‘progresista’ viene de ‘progreso’, de ir hacia delante, de buscar lo nuevo (“de ideas y actitudes avanzadas”, dice la RAE). Por contra, ‘conservador’ es quien busca dejar las cosas como están, ancladas en la tradición, manteniendo el ‘statu quo’ para poder guardar lo que tiene (“que conserva”, volviendo a la RAE). Pero, ¿de verdad es así?
Al lío 👇🏻
🌈 Punto uno: la Ana Iris Simón de la que usted me habla
A estas alturas no hace falta que te diga quién es Ana Iris Simón porque seguramente ya lo sabes. Pero, cuento corto, es una joven periodista que se ha hecho conocida por enmendar el discurso general acerca de las bondades de lo moderno. Al inicio de su momentum de fama -nada es casual- publicó ‘Feria’, que ha sido el ‘Patria’ de este año: a saber, un fenómeno editorial inesperado que se ha disparado en ventas por el boca a boca y por las opiniones enfrentadas a favor y en contra de lo que representa.
El libro dibuja un retrato costumbrista de su niñez, la reconstrucción de una familia trabajadora de Castilla-La Mancha, uno de tantos no-lugares de nuestra geografía (básicamente, cualquiera que no sea Madrid o, si acaso, Barcelona). Es el relato de añoranza de una niña que quería dejar el pueblo para ir a Madrid y que en Madrid se convenció de que la vida moderna era un engaño y que lo deseable, pandemia mediante, era volver al pueblo. No huir de la ciudad para ir a vivir al campo -que eso es de modernos-, sino volver al pueblo, al origen, a la exaltación de lo cercano y rudimentario. Y eso, claro, no es tan moderno.
Y es que el debate que ha abierto su figura es un poco así, anticíclico. Para entenderlo basten dos frases sacadas de una entrevista que le hicieron durante la promoción de su libro: “No quiero ser una adolescente de 30 años” y “Somos pobres con iPhone y Netflix”. Traducido: muchos de su generación -casi todos, al menos en las grandes ciudades- viven como eternos adolescentes sin sentar la cabeza, pensando que progresan por tener acceso a determinadas cosas a pesar de que a duras penas llegan a fin de mes. Mientras, fuera de las ciudades, la vida es otra aunque no sale por la tele ni en las revistas de tendencias.
Sus reflexiones han llamado tanto la atención que ha pasado en pocos meses de ser una desconocida a tener una columna fija en El País o a dar un sonado discurso en La Moncloa para tirar de las orejas al presidente del Gobierno y sus ministros, sentados ante ella.
✊🏻 Punto dos: crítica de la r̶a̶z̶ó̶n̶ ideología pura
Volvamos al inicio con parafraseo a Kant incluído. Una chica joven, que acumula un historial de malas condiciones laborales y despidos, que participó activamente en el 15M, que tiene origen humilde y presume de familia comunista (Mundo Obrero approved) tiene-que ser de izquierdas. Pero la cosa es que en su libro, y en sus ideas en general, se cuelan cuestiones que han chirriado a muchos en la izquierda: su crítica a la inmigración laboral, su mención a Ramiro Ledesma, su chascarrillo adolescente con un grupo musical neonazi o el hecho de que ahora considere al 15M un movimiento burgués.
Algunas voces especialmente críticas -y posiblemente la de Antonio Maestre sea la más crítica- hablan de ‘izquierda brilli-brilli’ o, directamente, de ‘rojipardismo’. Esto es, de que bajo la apariencia de alguien-de-izquierdas se esconde en realidad una fascista encubierta que endulza un mensaje “peligroso”. No es el único calificativo que le ha dedicado: ha hablado refiriéndose a ella de “izquierda lepenista” o de “representante pop de la Sección Femenina”. Esto último fue a cuenta de un artículo reciente en el que hablaba de que unos amigos suyos llevan siendo pareja toda la vida con frases que algunos interpretan como una defensa de la opresión que ha vivido la mujer en el pasado. Y es así porque fascismo.
La etimología dice que no se puede ser ‘progresista’ si se defiende la tradición. Pero, ¿qué dice la política? ¿Hay una forma ‘correcta’ de ser de izquierdas o derechas? ¿Alguien que defiende huir de la vida global para volver al terruño y la tradición es por fuerza conservadora? ¿Es reaccionario aspirar a tener una vivienda en propiedad o una familia?
Las preguntas, lo admito, rezuman demagogia. Pero es cierto que hay cierta tendencia autolesiva en la ortodoxia ideológica. Traducido: todo aquel que se define como representante de una visión del mundo tiende a delimitar dicha visión, y quien no comparte esos límites es porque no está en su equipo. Vaya, que Ana Iris Simón no puede ser de izquierdas si le defienden en El Español y le critican en Público. Como si muchas veces los mensajes contra la inmigración no calaran precisamente en zonas con mayor inmigración -a saber, zonas obreras o deprimidas, que demandan mano de obra barata-. Las ideologías son contradicción pura.
Esto del fuego amigo, ya se sabe, es muy de la izquierda española, tan tendente a las escisiones dentro de las escisiones de las escisiones. Pero también sucede en la derecha, con sus facciones de “maricomplejines”, “derechita cobarde” o “bebelejías” y “Pfizericos”. Que se lo digan si no a aquel ABC que la COPE y El Mundo intentaron destruir por no secundar locuras conspirativas.
Hasta el modus operandi (lo de los motes absurdos) es similar en ambos bandos. Sirva de muestra de paralelismos en ideologías contrarias. Otra: que pegarse tiros en el pie no es patrimonio de la izquierda, sino también de quien no es nada de izquierdas (perdón por esto).
🤖 Punto tres: el progreso quizá no sea bueno en todo
Lo confieso, los debates para saber quién es más algo me aburren soberanamente. Además, como las preguntas que formulaba antes, tienden a parecer maniqueos. Es como el axioma de que sólo se puede ser de izquierdas si eres pobre o sólo puedes ser religioso si eres de derechas.
El ‘affaire’ Ana Iris Simón se ha visto sepultado por la polvareda política de esta España polarizada, pero en realidad no es sólo un debate ideológico. Más bien es una tensión no resuelta entre modernidad y tradición, que parece casi lo mismo que entre ‘progresistas’ y ‘conservadores’, aunque va más allá. Lo que ella cuestiona, consideraciones ideológicas al margen, es que todo lo que hace su generación tenga que ser bueno por el mero hecho de que es lo que se hace ahora. Lo cual es un reduccionismo comparable a ‘todo tiempo pasado fue mejor’, que tampoco.
Volvamos a lo obvio: ahora tenemos una libertad e independencia de la que antes carecíamos, aunque también llevamos décadas en una cruzada revisionista que llevó a Javier Krahe ante la Justicia por una parodia hecha treinta años antes, a pensar que los niños corren peligro por jugar al p̶o̶l̶l̶i̶t̶o̶ ̶i̶n̶g̶l̶é̶s̶ juego del calamar en el patio o a que en Disney+ editen sus clásicos porque ya no encajan con nuestra moralidad. Son tres ejemplos de un fenómeno más amplio que entronca con algo tan natural como es el paso del tiempo: no aceptar que el tiempo pasa.
🧐 Uniendo los puntos
Al final va a resultar que la política es una cosa y la etimología otra. Que -quién sabe- quizá puede haber progresistas de derechas y conservadores de izquierdas. Y que todos somos capaces de detectar con facilidad “quintacolumnistas que acechan pacientes” fuera de nuestros límites ideológicos, como cantaba Def Con Dos. Lo complicado va a ser averiguar quiénes son porque igual, de tanto buscarlos por ahí, un día descubres que eres tú mismo.
Disfruta de esta semana que, de tan moderna, es breve. El sábado te mando algunas recomendaciones para profundizar en esto 👋🏻