🧮 Reivindicar y votar, todo es empezar
No todo depende del sistema: también de que votemos, y de que lo hagamos bien.
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👋🏻 Saludos, votantes,
El lunes hablábamos de sistemas electorales, repasando distintas formas de contar los votos y repartir los representantes. Pero como se apuntaba en el texto, no todo depende de eso (que es importante) sino también de otras cuestiones, como por ejemplo de qué forma votamos o cuánto lo hacemos.
Al lío 👇🏻
👌🏻 Punto uno: te recomiendo
👩🏻💼 Votar al partido, votar a la persona — borjaventura.com
En la viña electoral hay partidos con un electorado tan fiel que obtienen buenos resultados aunque su cabeza de lista sea (digamos) mejorable. También, claro, hay líderes tan carismáticos que sostienen por sí solos los resultados de la formación. De una u otra forma, una de las críticas más frecuentes en España es que el proceso político está dominado por las siglas y no por las personas: se vota en listas cerradas y luego los diputados apoyan lo que, disciplina de partido mediante, se les dice que apoyen. Un sistema abierto parece más deseable... aunque en realidad ya lo tenemos, y apenas lo aprovechamos: la papeleta del Senado -esa tan grande- es abierta, de forma que puedes elegir a qué candidatos de cada partido apoyar, o incluso dar tu voto a representantes de más de una formación. El problema: los resultados no cambian mucho respecto a las listas cerradas, y la mayoría de votantes ni siquiera se dan cuenta de la diferencia.
🙋🏻 Una democracia más participativa — borjaventura.com
Otra de las demandas más tradicionales es la de dotarnos de un sistema que implique más al ciudadano. Decir esto cuando venimos de votar cuatro veces en cuatro años entre 2015 y 2019 puede generar rechazo, pero la afirmación no va por acudir a las urnas a elegir representantes sino por acudir a ellas para decidir sobre cuestiones relevantes. Hay países, como Suiza, donde las consultas ciudadanas son frecuentes, lo que deja en manos de la ciudadanía y no sólo de sus electos la decisión final sobre aprobar o no según qué medidas. En nuestro país las consultas y los referéndums están acotados, y no son una fórmula usual, ni siquiera cuando se metió mano a la Constitución en lo más duro de la crisis. Pregunté al respecto de esto a gente que sabe hace algunos años y dijeron esto:
“Tendría sentido tener un sistema consultivo a la ciudadanía más flexible y ágil, es decir, preguntar sobre temas que sean críticos o de interés general" - Carlos Guadián
“Ahora que es posible técnicamente la participación directa es necesario defender la democracia representativa como el modelo que mejor responde a los objetivos de la democracia” - Rafa Rubio
“Debemos discutir sobre qué queremos decidir, cómo lo queremos dilucidar y con qué alcance, y después pensar qué herramienta es la más adecuada” - Reyes Montiel
“La participación de los ciudadanos en una democracia representativa moderna y su intervención en la toma de decisiones que afectan al interés general no se circunscriben sólo a los procesos electorales. Se basa en una exigencia activa de transparencia, responsabilidad, compromiso y servicio público” - Beatriz Becerra
“Se debe ir dando los pasos hacia una democracia lo más participativa posible, pero sin que eso genere una democracia de dos velocidades entre quienes tienen acceso y quienes no lo tienen a herramientas de participación constante" - Alberto Sotillos
🙅🏻♂️ Votamos a lo Vargas Llosa — borjaventura.com
Todos tenemos ideología, pero algunos además tienen influencia. El problema es quizá que no debería importar la opinión política de un novelista, de un tenista o de un futbolista, o no más que la opinión deportiva de un político determinado. Pero al hilo de la polémica reciente de Vargas Llosa es interesante ahondar en la idea de ‘votar mal’. En función de la ideología de cada cual, ese ‘bien’ o ‘mal’ se referirá a unos u otros. Hay quien pensará que el referéndum del brexit, las victorias de Trump o Bolsonaro apuntan en esa dirección. Pero, ¿de verdad votamos mal? De nuevo, lo pregunté a gente que sabe hace unos años y creo que sus respuestas siguen estando vigentes:
“No creo que los ciudadanos voten mal. Pienso que eligen aquello que creen que va a mejorar su situación o, al menos, permitirles mantener su calidad de vida; y están dispuestos a asumir los costes asociados con su elección” - Xavier Peytibi
“El sistema se aguanta por una serie de ‘a prioris‘ de los que nunca hablamos porque se dan por hechos, pero que han ido deteriorándose hasta el punto de poner al régimen democrático y parlamentario al límite” - Dídac Gutiérrez
“La semilla de un clima de descontento y frustración que ha ido creciendo a medida que la clase media se fue dando cuenta de que la posibilidad de mejorar su calidad de vida era un espejismo” - Fernando Mexía
“No existe el candidato perfecto, sino el adecuado. Tendrá más opciones el que mejor encaje y conecte con el momento, los problemas, inquietudes, sueños y estado de ánimo de un elector que, por su propia coyuntura personal, se revuelca al no sentirse atendido, escuchado o protegido, y que tenderá progresivamente a no atender a mensajes racionales, a desconfiar de los visiblemente emocionales y a activarse en definitiva ante aquellos más viscerales” - Yuri Morejon
🌍 Punto dos: atlas políticos
Antes de terminar, tres mapas para trazar un retrato de la política mundial.
Para el primero, volvamos al tema de esta semana con esta interesante visualización que hacen en la Wikipedia -sí, ya sé que es pecado referenciarles de forma directa- de los distintos sistemas electorales del mundo, en una gama de colores que permite apreciar las distintas tradiciones y familias electorales.
Debajo, un mapa aún más ilustrativo: un índice de cómo de democráticos son los países del mundo independientemente de sus sistemas de elección, elaborado cada año por The Economist y casi siempre con algún tirón de orejas inesperado.
Y volvemos a lo de antes: cómo mejorar la calidad de nuestras democracias. Los detractores de las consultas ciudadanas argumentan que se podría caer no ya en eternizar la acción legislativa, sino en el riesgo de tomar decisiones en caliente influidos por estados de ánimo, o por los hipermovilizados. Todo dependería al final de cuánta gente participara en esos procesos, porque las participaciones bajas producen monstruos, como demuestra la experiencia municipal.
A ese respecto opera también una variable interesante: ¿y si votar fuera obligatorio? En realidad, es algo que sucede en un puñado de países en el mundo, y es más una cuestión cultural que otra cosa.
En cualquier caso, no debe olvidarse que decidir no participar también es una forma de mostrar una postura -aunque a efectos prácticos no cuente para nada porque se reparten escaños sobre voto emitido-. Así, la participación cae con la desafección y se dispara con la polarización, y ambos extremos son parte del juego democrático. Otra cosa es que queramos que ese sea el juego si el precio es espantar al elector en lugar de estimularle.
💭 Punto tres: me despido
Llegados a este punto, permíteme un consejo. Sea cual sea tu preferencia ideológica, vota. Aunque creas que no te representan, vota. No votar muestra una postura, pero no cuenta. Y cuanto mayor la participación, más representativos los resultados de la sociedad que somos. Luego ya discutimos si el sistema es el más acertado, o el reparto de representantes el más conveniente. Pero si no votamos al final son unos cuantos los que deciden sobre todos, cuando la democracia se basa en que todos podamos decidir a través de unos cuantos.
Como decía Homer, primero vota, luego ya veremos. Descansa, que el lunes te vuelvo a escribir 👋🏻