🦁 Somos una jauría
Cada día es más complicado hablar con gente que piensa distinto a ti (y a ellos también les pasa contigo)
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👋🏻 Saludos, votantes,
Leí hace un tiempo una entrevista a una psicóloga -no recuerdo quién, no recuerdo dónde, disculpad que no la enlace- en la que se mostraba segura de que dentro de algunos años miraríamos atrás horrorizados por lo que supusieron las redes sociales. Que al ver el impacto que tuvieron en la salud mental de los jóvenes, y al ver cómo enrarecieron el clima político, reaccionaremos con la misma extrañeza con la que ahora vemos los anuncios en los que se recomendaba el tabaco o el alcohol a niños o embarazadas. Empiezo a pensar que estaba en lo cierto.
Al lío 👇🏻
🥩 Punto uno: carnaza
Tuve la enorme suerte de empezar a trabajar en redacciones justo a la vez que ‘lo digital’ se desplegaba. Digo ‘suerte’ porque eso hizo que, ya desde el inicio de mi carrera, me metiera de lleno en una nueva forma de hacer las cosas y aprendiera a la vez que todo iba pasando. También por que eso me dio la oportunidad laboral de ‘meter cabeza’ en algo nuevo, menos saturado y que todavía nadie sabía bien cómo iba.
En aquellos días, anteriores a las redes sociales, la audiencia dependía de dos cosas: de las búsquedas y de cómo de animados estuvieran los comentarios. Para los veteranos del lugar, acostumbrados a publicar su contenido y no ser muy conscientes de su impacto, aquello era casi traumático: tenían a gente señalándoles sus errores, sus sesgos o sus generalizaciones. Había también quien aportaba pistas que daban pie a nuevos artículos. Para los novatos como yo aquello era enriquecedor y en cierto modo justo: yo escribo algo y veo las reacciones que suscita, a veces me llevo algún revolcón, pero aprendo por el camino y me enfrento a lo que hay ahí fuera.
Pero todo aquello fue degenerando. El área de comentarios de cualquier medio de comunicación acabó convertida en una guerra abierta con trincheras, cadáveres y comandos suicidas entregados a causas ideológicas. Cuanto más encendido el debate, más audiencia. Había redactores que dejaban comentarios anónimos en sus propios artículos para prender la chispa y disparar las visitas.
Todo eso derivó en que muchas de las ‘conversaciones’ acabaran llevando por derroteros que poco o nada tenían que ver con el contenido del artículo que se suponía que comentaban. Daba igual el motivo, la gente se dedicaba a despedazarse. Luego fueron llegando las redes sociales y muchas de esas dinámicas se repitieron: primero el descubrimiento, luego el debate enriquecedor y, por último, la crítica inmisericorde.
Llevo un tiempo pensando sobre mi forma de usar las redes sociales, sobre qué me aportan y qué no. Para mí Twitter, en la que más activo he sido, ha supuesto tener mucha visibilidad y también -sobre todo- ha sido una fuente de información. Pero los avisos pertinaces de que posiblemente se fuera al garete me llevó a pensar en la dificultad de ‘mover’ esa comunidad a otro entorno y en quién iba a ser yo sin toda esa comunidad. Escribí de todo ello en un boletín anterior, antes de que pasara todo lo de Elon Musk y muchos empezáramos a abrirnos cuentas en Mastodon por si acaso.
💬 Punto dos: contexto
La cosa es que esta semana me he planteado, por primera vez, dejar de usar Twitter. Motivos hay muchos, como la deriva de la plataforma, el hecho de que cada vez haya menos interacciones o que el ruido lo llene todo a pesar de que intento mantener un timeline razonablemente limpio a base de seguir a gente que aporta cosas interesantes. Pero un pequeño incidente me ha llevado a planteármelo del todo.
La cosa es bastante tonta, en realidad. Fernando Encinar, de Idealista, tuiteó esto:

Y yo le respondí preguntando esto:

Creo que estamos en contacto desde los tiempos en que empezamos unos cuantos en el mundo de los blogs y las redes sociales. Nunca hemos tenido choques, aunque muchas de nuestras visiones son distintas, y las contadas veces que hemos hablado ha sido de forma tan educada como en esta ocasión. Su respuesta fue breve y concisa: “Totalmente”.
Desde ese breve intercambio se han ido sucediendo un montón de reacciones de gente (y reacciones a las reacciones), en su mayoría sin nombres reales o fotos identificables de perfil. La gran mayoría son críticas, insultos o desprecios. A grandes rasgos, se burlan porque infieren que no sé que la escasez de oferta hace que suba el precio. Y para amplificar la burla ironizan con que soy periodista o profesor universitario, que supongo que deben ser cosas que hacen mucha risa y merecen mucha burla. Alguno se burla incluso de que tenga un doctorado. Hay, claro, algunas respuestas educadas y hasta gente que intenta darme explicaciones básicas de economía. Pero la tónica general es esa.
Mi comentario no iba por ahí, sino porque dudo (y quizá esté equivocado) que el problema del mercado de alquiler en España sea sólo una cuestión de oferta, sino también de especulación y de la introducción de modelos más cortoplacistas (AirBnb y demás), que además repercuten en la oferta. A fin de cuentas, por algo se ha optado por introducir limitaciones a los precios en zonas tensionadas. Vaya, que los precios ya eran altos antes de ese acuerdo.
De verdad quería conocer la visión de Fernando, más allá de la crítica al Gobierno por la medida -y sin entrar en si la medida que criticaba efectivamente iba a aminorar la oferta o no, que sería otro debate-. También hubiera querido preguntar sobre si el contexto actual, en el que la venta se va a resentir por la subida de los tipos de interés, no iba a mejorar la perspectiva.
Pero nada de eso sucedió. Visto el nivel de las respuestas -no de él, sino de decenas de usuarios con los que jamás he hablado- decidí no hacerlo. La salida rápida y fácil habría sido ser condescendiente, pero hubiera sido exactamente lo mismo que hicieron la mayoría conmigo. La otra, ponerme la coraza e ignorar todo lo que me decían, como hacían aquellos periodistas veteranos cuando el ‘feedback’ que recibían no les gustaba. También, por supuesto, pensé en responder y explicarme, pero preví que eso nos llevaría a una nueva oleada de respuestas más o menos agresivas y más o menos anónimas. Así que decidí no hacerlo.
🪖 Punto tres: trinchera
Llevo el suficiente tiempo en esto como para que exponerme a las críticas del resto me moleste lo más mínimo, más allá del ego que todos tenemos -y los periodistas más-. He cometido muchos errores y he recibido críticas justificadas, y no se me han caído los anillos por ello.
Pero creo, honestamente, que lo que ha pasado aquí es otra cosa bien distinta. Quizá la pregunta no estaba bien formulada. Quizá al no seguir con la conversación la vacié de contexto. Quizá los demás de verdad creen que no sé cómo funciona la oferta y la demanda. Quizá incluso pudieran estar de acuerdo conmigo en que hay otros condicionantes previos del mercado y que ese acuerdo puntual quizá no tenga un impacto tan absoluto como creí entender que se afirmaba. Quizá ni siquiera lo entendí bien porque yo también lo vacié de contexto.
Creo que lo que ha pasado aquí es lo que pasa cuando sales de tu burbuja. Cuando tuiteo para gente con la que comparto ideología hay algunas interacciones -cada vez menos-, y suelen ser positivas. Cuando tuiteo con gente de otra ideología hay una respuesta voraz, quizá no del interpelado, pero sí de su entorno. No es por discrepancia con lo que digo, sino porque somos una jauría entrenada para reconocer cuando alguien huele de una forma distinta a la nuestra. Y atacar.
Cuando hablo de ‘ideología’ no me refiero de forma exclusiva a lo político, sino que me refiero a ‘modo de ver la vida’. Puede ser desde lo político, religioso, social, moral, económico o con cualquier matiz que quiera ponerse. Twitter es ya, al menos según yo lo percibo, un entorno en el que comunicarte con gente distinta a ti te expone a decenas de comentarios despectivos, hayas cometido algún desliz o no.
Si el incentivo para intercambiar visiones es recibir críticas, lo lógico es no hacerlo. O bien hacerlo para ir al combate, azuzando a tu entorno contra el entorno contrario (ojo, no estoy diciendo que eso sucediera aquí, mi comentario va hacia las respuestas ajenas a la conversación).
Y esto posiblemente pase en Twitter de forma más acentuada porque es un territorio abonado para la crítica ideológica, pero es la misma lógica que operaba en los comentarios de las noticias de hace años, y es lo que pasa en general en las redes sociales: son una trinchera ideológica porque estamos en guerra contra los demás.
😞 Punto cuatro: yo, también
A lo largo de estos años me han criticado un montón de veces, no siempre del mismo lado. Recuerdo incluso cuando escribía el libro que recibía críticas salvajes desde extremos supuestamente opuestos y al mismo tiempo, y recuerdo que eso me hacía pensar que debía estar haciéndolo bien -por aquello del punto medio- si estaba molestando a posturas tan enfrentadas.
Cuanto más te critican, más dura se te hace la piel. Y cuanto más dura tu piel, más insensible a lo que hay alrededor. Y es justo lo que no quiero: no me apetece martirizarme leyendo comentarios desagradables sobre lo que hago o digo, pero tampoco quiero volverme insensible a la crítica, o a las visiones distintas a la mía, porque eso me convertiría exactamente en lo que no quiero ser. Reconozco que a mí me cuesta seguir a gente que tiene visiones muy distintas a las mías, pero me obligo a hacerlo para tener perspectiva.
Y eso me ha llevado a pensar en cuántas veces habré hecho yo lo mismo. Cuántas veces habré criticado lo que alguien ha dicho o hecho con algún comentario mordaz, que fuera celebrado por la gente de mi entorno y que quizá estuviera basado en algo que yo había dado por supuesto o había descontextualizado. Y en que quizá alguien, varios, pueden haber tenido esa misma sensación a caballo entre las ganas de explicar y la pereza de hacerlo, mientras en el timeline seguían saltando notificaciones.
Ahora que me planteo dejar Twitter y empiezo a prestar atención a Mastodon veo que muchos celebran que allí el ambiente es más respirable. Lo es porque falta mucha gente como para que no haya tanto eco, pero no dudo que los mismos problemas se darán allí si finalmente hay un trasvase masivo de usuarios.
Porque el problema aquí no son las redes sociales, como no lo eran los comentarios. A fin de cuentas son herramientas pensadas para que exista interacción entre usuarios, y eso en sí no es malo. El problema somos nosotros y el uso que hacemos de ello. Y creo, sinceramente, que otra parte de la culpa es también de los medios, en cópmo reflejan la realidad y normalizan ciertas dinámicas.
Ya hablé de ello en otro boletín anterior, del que me permito rescatar esta imagen de abajo: muestra cómo se ha ido disparando la polarización política en EEUU en las últimas décadas. Justo coincide con la expansión de internet y de todas estas herramientas de interacción. Quizá el problema esté justo ahí, en que en el fondo todos somos un poco animales y en cuanto nos facilitan unirnos en jauría nos ponemos a pelear.
🙋🏻♂️ Punto extra: qué he hecho
Cada dos o tres envíos me gusta teneros al corriente de las cosas que he ido haciendo, por si os apetece echar un vistazo:
1️⃣ Desde la última vez he publicado varios artículos en Yorokobu: uno sobre por qué el ecologismo no tiene peso político en España, otro sobre cómo es posible que la mayoría diga ser de centro pero luego casi nadie vote al centro y uno más acerca de cómo nos hemos quitado la piratería de encima pero com consecuencia hemos podido cargarnos la industria cultural.
2️⃣ En estas semanas también se ha publicado otro de esos informes que hago con Prodigioso Volcán, en este caso sobre universos extendidos y su posible futuro al hilo del aniversario del anuncio de Meta por parte de Mark Zuckerberg.
3️⃣ Ya lo he mencionado arriba, pero también me he abierto una cuenta en Mastodon (y he migrado de Revue a esta nueva casa en Substack) en busca de un aire un poco menos viciado. A ver lo que dura…
Aquí termina la chapa, en unos días te vuelvo a escribir 👋🏻
Salir a la plaza y gritar que se defiende el terraplanismo, negar la eficacia de las vacunas o defender que las limitaciones de precios son un mecanismo efectivo para ajustar un mercado te va a acarrear una cantidad ingente de críticas y algún que otro insulto despectivo. No sé qué es lo que te sorprende. ¿De verdad no te lo esperabas?
Ya has probado con lo tercero. Inténtalo ahora con los dos primeros y así podrás tener más datos para fundamentar este artículo y así podrás salir de dudas definitivamente.